El sistema nervioso autónomo: cómo reaccionan nuestras células al entorno
Las células de nuestro cuerpo hacen cosas increíbles. Todo proceso, ya sea voluntario o involuntario, está precisamente acompañado, regulado y sintonizado con nuestro entorno por nuestro sistema nervioso. Al mismo tiempo, las células del sistema nervioso nos comunican información vital sobre nuestro entorno, regulando la presión arterial, las hormonas y las funciones corporales vitales.
Nuestro sistema nervioso es una compleja red que regula muchos procesos de nuestro cuerpo y nos permite recibir información del entorno. Cada toque, dolor u olor y cada movimiento que realizamos son percibidos por nuestro sistema nervioso y la información se transmite al centro de control (es decir, nuestra médula espinal y cerebro). Al mismo tiempo, a la inversa, todo movimiento voluntario, es decir, consciente, se transmite de nuestro cerebro a nuestros músculos a través del sistema nervioso y nos permite así maniobrar activamente por el mundo.
Sin embargo, una vez más hay que hacer importantes distinciones: Mientras que el sistema nervioso somático (es decir, el descrito anteriormente) acompaña a todos los procesos conscientes como los movimientos musculares, los estímulos, el dolor, etc. de nuestro cuerpo, existe otro sistema vital del que se habla menos.
El sistema nervioso autónomo
El sistema nervioso autónomo controla muchas de nuestras funciones corporales más importantes. Entre ellas, la respiración, la digestión, el metabolismo y la presión arterial. Al mismo tiempo, también abastece a todos los órganos y glándulas internos y comunica la información y los cambios entre ellos y nuestro cerebro.
Sin embargo, la diferencia importante con el sistema nervioso somático es que no podemos controlar conscientemente ninguna de estas regulaciones. Influencia, tal vez, pero el control se produce sin nuestra decisión voluntaria. Así, cuando nos despertamos o nos cansamos, nuestra saliva fluye o empezamos a sudar, nuestro sistema nervioso autónomo se encarga de ello de forma bastante automática y sin nuestra intervención consciente.
¿Y cómo funciona esto?
Como ya sabemos, las células de nuestro cuerpo están interconectadas en una compleja cooperación. Todos los estímulos externos e internos, independientemente de que afecten a nuestro cuerpo de forma directa o indirecta, son analizados y procesados por nuestras células y, a continuación, tomamos una decisión consciente o inconsciente. Si olemos nuestra comida favorita, nuestras glándulas salivales se estimulan. Cuando la temperatura sube en verano, nuestro cuerpo regula el metabolismo para que no nos sobrecalentemos, y cuando nos levantamos por la mañana, nuestra presión arterial aumenta para que no nos tambaleemos durante el día medio dormidos.
Pero ahora los detalles, en relación con el sistema nervioso autónomo.
Nuestros centros nerviosos en el cerebro y nuestras hormonas trabajan juntos para controlar el sistema autónomo. Las vías nerviosas van desde nuestro cerebro y médula espinal hasta los órganos y terminan allí, por ejemplo, en las células musculares de la pared intestinal o el corazón. De este modo, las funciones de los órganos se adaptan rápidamente a las necesidades. Las hormonas se transportan a través de la sangre y, por lo tanto, tardan más en llegar al órgano de destino y podemos percibir el efecto en nuestro cuerpo (un ejemplo de ello sería la aparición del cansancio cuando anochece).
Hasta ahora, todo va bien.
Pero todo el sistema se vuelve un poco más complejo. En general, el sistema nervioso autónomo se sigue clasificando en dos partes que difieren en su función y que, por tanto, actúan casi como una especie de contrapartida.
El sistema nervioso simpático
Suena simpático, ¿no? El sistema nervioso simpático se activa cuando nos encontramos en situaciones de estrés o de emergencia, o podríamos encontrarnos pronto en una situación de este tipo. ¿Ha oído hablar alguna vez del principio de "huir o luchar"? El sistema nervioso simpático se encarga de preparar nuestro cuerpo para la confrontación. Esto significa que nuestro pulso aumenta, la fuerza de las contracciones del corazón aumenta, las vías respiratorias y las pupilas se dilatan para facilitar la respiración y nuestros ojos son más receptivos. Esta parte también se encarga de liberar la energía almacenada y de aumentar nuestra fuerza muscular, haciendo que se nos erice el vello del cuello y nos suden las palmas de las manos. En definitiva, garantiza que estemos preparados para cualquier situación extrema.
Pero no sólo está ahí para activar nuestro cuerpo, sino también para suprimir las funciones corporales menos importantes en situaciones de estrés. Esto significa que cuando nuestro sistema nervioso simpático está activo, procesos como la digestión o la micción se ralentizan.
El sistema nervioso parasimpático
El sistema nervioso parasimpático está mucho más relajado. Y lo decimos literalmente, porque esta parte del sistema nervioso autónomo es la responsable de que todas las funciones importantes tengan lugar en nuestro cuerpo mientras estamos en una situación de calma y relajación. Esto significa que nuestras reservas se reponen, nos regeneramos y nuestra digestión se activa. La presión arterial se reduce, se forman nuevos tejidos, el metabolismo funciona mejor y obtenemos nueva energía.
Juntos, estos dos sistemas regulan nuestro organismo y se encargan de sacarle el máximo partido, en función de nuestras necesidades. Al activar e inhibir selectivamente diferentes partes de nuestro cuerpo, se coordinan perfectamente y trabajan juntas y "en contra" al mismo tiempo.
Cuando el sistema nervioso autónomo está alterado
Pero, por desgracia, esta contrapartida no siempre funciona sin problemas. Las alteraciones del sistema nervioso autónomo pueden afectar a nuestro organismo de diferentes maneras y, por tanto, influir en los procesos. Por ejemplo, las averías pueden hacer que la presión arterial no se regule correctamente, lo que a menudo provoca mareos y aturdimiento. Los trastornos vegetativos pueden ser tanto progresivos como reversibles, es decir, curables.
Las causas de estos trastornos son muy variables, pero enfermedades como la diabetes o la enfermedad de Parkinson se encuentran entre las más comunes. Además de los cambios relacionados con la enfermedad, nuestra edad también desempeña un papel importante en el funcionamiento de nuestro sistema nervioso autónomo. Con el paso de los años, se producen con mayor frecuencia problemas como trastornos de la presión arterial, alteraciones metabólicas o mareos, debido a la ralentización de las funciones celulares.
¿Qué significa esto para nosotros?
Siempre es importante entender mejor nuestro propio cuerpo. No sólo podemos entender mejor por qué reaccionamos a ciertos estímulos de una manera determinada, sino que también podemos intentar aliviar nuestro cuerpo. El sistema nervioso simpático es importante y su funcionamiento es muy útil; sin embargo, la tensión y el estrés constantes no son buenos para nuestro cuerpo porque nos roban energía y se descuidan otros procesos. Para mantenerse en equilibrio y para que nuestro sistema nervioso simpático no esté constantemente activo en la estresante vida diaria, ayuda, por ejemplo, buscar más equilibrio y relajación en la vida cotidiana (por ejemplo a través de meditación) o para permitirnos más descanso.
Sin embargo, para que nuestro sistema nervioso autónomo siga funcionando sin problemas durante el mayor tiempo posible, también es especialmente importante cuidar nuestra salud y apoyar a nuestras células en sus actividades. De este modo, podemos reducir la probabilidad de sufrir trastornos del sistema nervioso autónomo en la vejez.